martes, 24 de febrero de 2015

Orquesta de viento.

Viento.

Simplemente aire.

Un fenómeno atmosférico que simboliza un VIAJE.

Un viaje absolutamente implícito y empapado en un caminante.

Las hojas del pasado Otoño desplazándose conmigo.

Dejando atrás recuerdos y memorias.

Un tren pasa por mi perfil derecho.

No sé dónde se dirige.

El alma viaja.

Viento.




Por el viaje que siempre haré hacia la incertidumbre.

VIENTO.


lunes, 9 de febrero de 2015

Semilla del cerezo Japonés

La semilla del cerezo comenzó a apurar sus últimos días de encierre, quería germinar. Brotes verdes que transmutarían en un porte vital de simbolismos ancestrales. En un recuerdo de nuestra estancia en Japón.
Las memorias, ahora que no nos tenemos, me invaden cada noche y se posan casi físicamente sobre la cabecera de mi cama, pues mi ensueño siempre fue visitar el país, sus templos, sus costumbres, su naturaleza y esencia. Siempre de tu mano y sintiéndome el evocador de la sonrisa más famosa, más famosa incluso que la de Leonardo.
Una nota musical que resuena siempre en mis entrañas me materializa cerca de mi más preciado impulso de vida. Aquí, donde quiera que me encuentre, perdido en un pozo de almas inquietas, me hallo sentado sobre este banco de madera resquebrajado.
Me concluyo estático porque ya no tengo vida. Ahora, que ya sólo puedo mirarte día y noche, observarte recibir un nuevo día y despedirlo junto a la cama al final del mismo, ahora, es cuando cada vez que riegas la semilla de nuestro cerezo nipón me revitalizo e incluso creo que puedo tocarte, hablarte al oído.
Pero las especulaciones de mi imaginación de volver a pasear de tu mano, están regidas por la legalidad de la naturaleza, VIDA Y MUERTE.

No obstante, a día de hoy, años después de mi muerte física, me he conseguido introducir en el alma del cerezo. En el momento de la rotura de la semilla y el germinar de su vida, justo en ese momento, mi espíritu se fusionó al suyo y crezco y me desarrollo con la más absoluta expresión de vida porque te tengo cerca. Porque estoy de nuevo vivo.


Álvaro Garrido Aragón. Para Japón y ELLA.

sábado, 31 de enero de 2015

Necesidad de vuelo examierdas

El nerviosismo de un polluelo los días post-natales y su necesidad de alzar el vuelo, comprenden la convergencia de un símil antropormofo de Álvaro en época de examierdas. No requerimos de una prueba física para evaluar las competencias en un mundo que no debería ser competente, sino compartido por todas las aves que circunvalan sobre el infinito cielo azul.

El estudio y comprensión de la cultura que te rodea y la adquisición de unos valores que, según la legalidad de hoy, no son lo suficientemente irracionales, elípticos, para mí, me harían ser un albatros enorme por los mares errantes e inseguros de sus impulsos mareales.

Una vez alguien me dijo:
Millones de especies no hemos venido a este mundo con la finalidad de competir por los recursos, sino para compartirlos.


Álvaro Garrido Aragón


jueves, 29 de enero de 2015

Las alucinaciones del opio de tu mirada

El Gran Astro me iluminaba el camino hacia el hipotético hogar, pues sediento me encontraba tras tu búsqueda sin final aparente y principio anhelado.
La terregosa arena se evaporaba incandescente de ansias volátiles viajeras mientras yo la observaba con mis ventanas biológicas llorosas por tu pérdida.
Siempre con una fuerza sobrehumana me disponía paso a paso por este desierto. Siempre con mirada gacha aplastado por incesantes melodías de radiación fotónica sin saber hacia donde ya me dirigía.
Como un fumador de opio alucinógeno del torero de Dalí conseguí divisar un enorme pepino con púas y rocosas piedras sin vitalidad aparente pero que modelaban el entorno vital que les rodeaba. Las impertinentes esencias inhabitadas de vida son espectros porque han aportado parte de su aroma vivaz a la máxima expresión de seres vivos.
Alzo por fin mi cabeza y ya sólo puedo ver una absoluta suculenta e instantánea oscuridad con incontables estrellas centelleantes y específicamente personales con un mensaje de luz.
Enfoco mi mirada a una de ellas, a la más enorme. Para mi sorpresa se materializa en algo antropomorfo, en una mirada de Lady Marina.
Me sentí como un alquimista al transmutar el más preciado oro, encontré la piedra filosofal que Nicolás Flamel tanto ansió y no concluyo.
Los ojos grandes y felinos, negros y transmisores de descubrimientos metafísicos estaban atentamente señalándome, dirigidos a la diana de mis especulares ojos.

Fue el momento en el que el fumador de opio retorna del sueño, se levanta de su silla de madera chirriante y forja su vida en el encuentro con los Ojos, con ella, con Lady Marina.


Siempre agradecido, siempre fumador del opio de tu mirada, siempre enganchado a ti.



Álvaro Garrido Aragón

miércoles, 21 de enero de 2015

Transposón de reflexión sobre lo ocuLUZto

Dejemos de predecir lo importante que es lo oculto.
Aireemos las raíces
Invirtamos las cascadas
Salgamos de la cueva
SAQUÉMONOS EL CORAZÓN DE CUAJO

Deja que la LUZ llegue a lo más profundo.


domingo, 11 de enero de 2015

Pérdida de valores a GARmendia ermitaño

El gajo especular de mi naranja de la amistad me había propuesto hablar, sentados, frente a la pérdida de valores y la decadencia social de la sociedad (perdón por la redundancia), y mirando yo ahora mismo el cargador eléctrico de mi portátil se me ocurre una metáfora bastante mala:

NO hay que preocuparse por la desconexión absolutamente instantánea de gran parte del rebaño, que mirando mi ordenador corresponde a la batería, ahora separada del resto del ordenador, puesto que mientras existan herejes de la respuesta vírica social-actual conectados a la FUENTE de la electricidad, de la vida, podrá el camino ser siempre luz, podremos mirar hacia delante.
El ordenador portátil, tú y yo, amigo, podremos recrear un mundo nuevo sin necesidad de la batería independiente y errante, sólo con no perder de vista el objetivo con el que estar conectados. 

Por otra parte, me queda reflexionar en la extinción de la biodiversidad social interrumpida por esa pérdida de valores que, sin quererlo, son pertinentemente relativos al gajo. Diez, doce gajos hacen un fruto esencial. Al final, lo importante es encapsularte con gajos similares dentro de la carcasa recreando un ambiente en el que seas feliz.

En definitiva la pérdida de valores no existe. Porque ya se han perdido, es algo invisible. Que no te preocupe lo que aun no ha pasado porque los valores son el ave Fénix que se van regurgitando a la vez que se pudren o mueren a estribor, al otro lado de la borda.


Tampoco creo en la decadencia de la sociedad atribuida a la simbiosis con la pérdida de valores, ahora inexistentes. Esta decadencia es simplemente un cangrejo ermitaño. Es una balalaika que suena en acordes distintos a los nuestros. Puede, incluso, que sea un camino hacia la felicidad. 
Es una mierda amigo Garmendia porque hacer un relato relativamente bien sonante es un retrato incorrecto de lo que querías oír. 

No quiero, ni pienso, que la Población decaiga, sino que la mutación selectiva ordinariamente no-aleatoria que acaece sobre los que no transmutan el metal en oro, sino en DINERO, es tan certera que inducirá la desaparición de éstos, favoreciendo el ascenso de los alados que socializan sus inquietudes sentados en un banco. Y que, puede que sin éxito, intenten hacer un mundo menos decadente. 


Y ahora una pequeña historia sobre el cangrejo ermitaño:

Andando un cangrejo se hallaba sobre tierra no sellada
Cansado de que el Sol sobre su piel se posara
Sudaba pensamientos de muerte y soledad, el final
Previo a esto, se separó de su comunidad 
Por querer errar, chocar y crecer su espíritu mortal
- ¿Mi alma no sirve pues para mi propia conducción hacia el desenlace?
Se preguntaba el cangrejo tras salir del trance
Pero la vida siempre te lleva a tu camino, tu destino
Creyendo su familia que había perdido y su decadencia estaba asegurada
Que se adentraría en un torbellino marino
Que ardería en sus pensamientos mezquinos
No fue así, el ermitaño erudito de su razón inadecuada 
Topó con una mansión paradisíaca relativamente cuadrada
Estaba oxidada y hasta el se dio cuenta que previamente había sido usada.
Caminó y caminó, ya sombreado de la luz que exilia 
Lo que nadie sabría, es que esa "casa" fue portada por su familia.


Encuéntrate.

Álvaro Garrido Aragón para un amigo, un compañero errante, Nacho Garmendia. 





sábado, 3 de enero de 2015

El efluvio de la herida

El horizonte se alimentaba del atardecer que caía sobre mis sentidos.
El horizonte que alineaba la orilla de lo inalcanzable.
El horizonte que representaba el ocaso de mi serenidad.

Ojalá no haya más horizonte, que mis pensamientos circulen libres por un mar que representa mi amargura y sin cesar, olas tridimensionales los eleven a los sueños de cualquier mortal errante de tu piel. Ojalá me transporten al cielo angelical.

Sentado sobre un banco de madera carcamal, como mi recuerdo, observaba yo incesante ese horizonte que Zaratrustra tanto lo masticó durante su exilio a las montañas y al que Romeo tanto preguntó por su idílica musa.
Sentado, sobre un banco de madera carcamal, como mis recuerdos, observaba yo incesante ese horizonte. Carcamales mis recuerdos, joven su portador mortal. Mortal porque aun rememoro cuando te rozaba la mano sin querer y me sonreías vitalizandome de colores. Mortal porque aun pienso cuando yacíamos juntos sobre la cama y el amanecer nos vigilaba. Mortal ahora, porque contigo era inmortal. Mi alma inmortal todavía reluce sentada sobre un tronco quemado en lo más hondo de mi corazón, autoconvenciéndose de que volverás.
Volverán las oscuras golondrinas, volverán a rellenar de color negro mi esperanza. Odio las golondrinas, ojalá ese jilguero me vuelva a tocar su melodía atroz que rompe con cualquier partitura antropogénica.

Sentado sobre un banco de madera carcamal, como mis recuerdos, observaba yo dubitativo ese horizonte. El horizonte que, previo a la linealidad, portaba un riachuelo.
Nuestros pantalones remangados evitaban no se qué, pues lo importante era mojar nuestra piel juntos, y eso hacíamos. Memorias otra vez de nuestras experiencias en mi amante la Naturaleza van a mi cabeza como la fiebre invernal. Saltábamos sobre el agua salpicándonos mierdas del río. Ranas observaban nuestra motilidad vital.

No quiero estar más tiempo sentado. Pero, justo antes de moverme, como un puñetazo me invade aquél recuerdo de cuando rompí con mi felicidad. Estoy borracho y no recuerdo por qué lo hice, pero puedo mirar hacia abajo, cerca de mi costado y hay un espacio vacío, una herida que no deja de fluir líquidos. Ojalá sean los malos recuerdos. Es mi alma, que quiere escapar por hacerte ese daño, no para, como efluvios mágicos de la herida.

Me levanto del banco y pongo rumbo a la incertidumbre. Detrás, el riachuelo y el horizonte. El riachuelo no es de agua turbia, porta mis efluvios mágicos.



Álvaro Garrido Aragón